Ya está, todo ha cambiado. Sin darme cuenta, cada vez soy más rebelde,
pero en el fondo sigo siendo la niña dulce con aquellos que quiero.
Suele ser ridículo esperar los quince, pero llegan en menos de dos
meses. Y después de los quince, los dieciséis, y más adelante toca
madurar completamente, aunque no se llega a eso nunca, y en fin, hacerse
mayor del todo. Quiero pedir perdón, porque ahora justamente, en este
momento de mi vida estoy dando el cambio. No sé si para bien o para mal,
creo que del bien y el mal hay una mezcla. Sobretodo perdón a esa
persona que le doy un mal día por alguna palabra mal dicha y un poco más
alta que la otra, por no saber aceptar sus consejos y pasar un rato de
todo. Pero lo que más me gusta es que luego si no puedo hablar un ratito
con esa persona, yo no puedo vivir, porque es especial para mí. Que le
echo de menos veinticuatro horas al día, viéndole todos los días, pero
es inexplicable. Es un amor distinto. Gracias.
Una vez más, te quiero.
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